jueves, 14 de enero de 2016


Zidane, el mito de la ambición


insaciable Millones de ácaros de los cientos de alfombras colgadas sobre las ventanas de la Place Tartine, en la Marsella pobre, disfrutaban de su regate con el pie colocado encima del balón para girar sobre sí mismo y dejar perdido a quien osaba quitárselo. Las madres argelinas que recogían las alfombras decían que «el pequeño de Malika va para futbolista». Sus hijos hablaban de «Zizou» como el mejor del barrio. «¡Yo siempre me pido jugar con él». Zinedine Yazid Zidane es un talento nacido de las carencias, de la necesidad, del hambre de triunfar cuando no se tiene nada. Los especialistas en genética deberían estudiar que tiene la Cabilia argelina para producir futbolistas geniales, artistas, surgidos de la precariedad económica. «Zizou», como le llaman desde niño, nació en Marsella en el seno de una familia procedente de Aguemone, un pueblo de la Cabilia. Sus padres, Smail y Malika, emigraron inicialmente a París, para trasladarse muy pronto a la ciudad costera. La razón es rotunda y define muy bien la forma de ser y de sentir de Zidane: Francia recibía a los argelinos y marroquíes como mano de obra barata, pero la sociedad no les quería como franceses, y Marsella era una ciudad poblada de argelinos donde se sentirían a gusto, sin sufrir ese rechazo.

 

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