A las 16.45 horas del pasado 20 de marzo, hace solo cincuenta días, el Barcelona se marchaba al descanso de su duelo contra el Villarreal con una ventaja de dos goles (0-2), alejando en ese momento al Real Madrid a quince puntos de distancia. Se jugaba entonces la jornada treinta del campeonato y pensar que el conjunto blanco podría ganar la Liga era más atrevido que meterle en agosto unas libras al Leicester como campeón de la Premier. Pero aquella primera tarde primaveral de 2016 terminó con el conjunto castellonense igualando el partido ante el Barça (2-2, resultado final) y con el equipo de Zidane goleando al Sevilla (4-0). El Madrid dormiría a diez puntos del líder y, aunque solo restaran ocho jornadas, llovía algo menos.
Todo el mundo dio por hecho entonces que aquel pinchazo del Barcelona en el Madrigal era simplemente eso, un tropiezo sin más. Nunca antes nadie ha remontado una distancia tan amplia en la historia de la Liga para proclamarse campeón, como la que llegó a tener el conjunto catalán sobre el Real Madrid (12 puntos entre las jornadas 26 y 29). Pero los blancos, fieles a su historia, se agarraron más que nunca a su eslogan de fe, «hasta el final, vamos real», y lograron recortar la distancia a un punto, situación a la que ha llegado a la última jornada de Liga gracias a sus once victorias consecutivas y los tropiezos del Barcelona en el clásico, Anoeta y frente al Valencia. ¿Quién dice ahora que los blancos no pueden ganar el título el próximo sábado?
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